Confidencias para académicos y delincuentes
En realidad no tengo hogar, ni religión, ni patria.
Eneros desgarré sobre la piedra fría
y a tres pedazos de ración canina
edifiqué mis piernas.
Hoy río cuando alguien habla de “dejar hacer”
y ahoga al pobre con viñetas.
Con rencor me burlo del astuto candidato
y del último cura que quiso anestesiarme.
Hay que andar con cuidado, me digo.
Ningún tapial podrá escabullirse de mis uñas,
de mi dril donde perros ejercitan su rabia.
En realidad no tuve padre de embestida
ni madre con zapatos rojos.
No tuve novia de pubis académico
ni Universidad de ojo abierto,
sólo esta oveja vestida de leopardo,
de diente agudo para herir coronas.